14 oct 2009
"La diosa en la pista"
Dijo que quería hacer un disco para que la gente se divirtiera en la pista de baile, y la promesa se cumple con la misma actitud de Usain Bolt rematando los últimos metros: la expresión confiada de quien sabe que el talento simplemente fluye. Shakira, la artista latina más relevante de la década, sigue triunfando en el arte de componer y producir música pop bien facturada, con la misión de encantar a todo el mundo.
Su tercer álbum en inglés, desde ayer en las tiendas, piensa en la pista de baile al igual que Madonna, pero sin las obviedades y concesiones de la reina del pop, que suele entregarse en bandeja al productor de moda. Aunque "She wolf" se somete a la regla del mercado de contar con nombres que sólo timbran éxitos como The Neptunes y Wyclef Jean, Shakira sigue sonando como ella misma. No se marea frente a la masiva presencia de sintetizadores y máquinas de ritmo -es lejos su disco más electrónico-, mientras encuentra en John Hill, un músico que está ganando respeto tras la consola (produjo el alabado debut de Santogold), la manera de conectarse a la veta roquera del momento, que reinterpreta la new wave y el synth pop de los 80.
Y aquí vale el paradigma: lo que no consiguió Cerati en su último disco (se contentó con versionar a The Killers), Shakira lo ejecuta sin problemas en canciones exactas como "Mon amour" y "Men in this town". El vuelo creativo le da para acercarse a la música negra en "Spy" (a dúo con Wyclef Jean), y colorear con toques de world music los beats de Pharrell Williams ("Why wait" y "Good stuff").
Este es el disco que confirmará a Shakira en el exclusivo panteón de las diosas del pop con plenos y ascendentes poderes.
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