11 feb 2010

Nota de Shakira por la revista Rolling Stone

Un reloj biológico está corriendo, pero nada va a detenerla en su camino al éxito. Disco en dos idiomas y miles de flexiones de piernas

Generalmente, cuando Shakira graba en Nassau, cerca de su casa en las Bahamas, se la pasa en pijama todo el día y casi nunca se pone zapatos. Pero hoy es supuestamente el último día de trabajo con She Wolf, el disco que viene creando desde hace un año, así que decidió celebrar: está vestida con un collar plateado, un largo vestido negro de seda con breteles ínfimos y plataformas de chica clubber que parecen zancos que elevan su metro cincuenta y cinco. "Mi novio mide un metro ochenta, y a veces siento que voy colgando de su llavero, toda chiquitita", dice, y luego suspira. "¡Ya estoy lista, quiero que se termine esto!", exclama. "Le acabo de decir a mi manager: «Ya estoy lista para la peluquería y el maquillaje. Nada más sacame de acá»." Camino al estudio, sin embargo, el humor de Shakira se vuelve dark. Cuando no puede encontrar las llaves de su auto en su cartera Gucci, se pone a buscarlas con la intensidad de alguien que acaba de perder su pasaporte justo antes de un vuelo internacional. Una vez que las encuentra, se sube a su prístina camioneta Mercedes, le da volumen a Dark Side of the Moon de Pink Floyd y baja por una sinuosa avenida costanera haciendo algo que luce como una muy ilegal vuelta en U, al menos según las normas estadounidenses. De un lado, la ruta está invadida por el denso follaje de árboles de mango y, del otro, está la vasta expansión de un titilante mar Caribe, al que ella le da una mirada nostálgica. "Hace tanto que no estoy en el mar", se queja.

En el estudio ya hay un remolino de actividad, con el exhausto equipo de management de Shakira dándole a sus Blackberries, e ingenieros haciendo cambios en la sala de control ("los hago remarcar en la computadora todas las veces que pronuncio las letras K y R, porque yo sola con mi acento no puedo", explica). Compass Point fue fundado a fines de los 70 por Chris Blackwell de Island Records: AC/DC grabó tres discos ahí, incluyendo Back in Black, y las salas están forradas de discos de oro y retratos de artistas de los 80 relajándose en el Caribe, algunos con shorts celestes y anteojos de sol espejados. "Soy una gran fan de Bob Marley, The Cure y AC/DC, y cuando me enteré de este estudio legendario donde grabaron todos, supe que tenía que venir acá", dice Shakira. "Este lugar es la razón principal por la que me instalé en las Bahamas."

Como artista, Shakira es una perfeccionista: "Soy de Acuario, pero con el tiempo me volví de Virgo", dice. Compuso sesenta canciones para She Wolf, tallándolas en el estudio hasta reducirlas a diez durante los últimos cuatro meses. Hoy, se espera que mande nueve mezclas a masterización y termine "Spy", una canción de ritmo two-step con Wyclef Jean, para que también la puedan pasterizar mañana. "Esa canción es como un proyecto de pareja", sigue ella. "Armamos la casa juntos, pero los hombres no se concentran mucho en los detalles. Ahora, soy la esposa que se queda detrás para poner las flores en el jarrón." Su proceso como productora consiste en escuchar tanto con su cuerpo como con sus oídos. De hecho "Hips Don't Lie" [las caderas no mienten], su primera colaboración con Wyclef y el single más vendido de su carrera, es una frase que ha utilizado en el estudio durante mucho tiempo. "Les decía: «Ey, ¿ven mis caderas moviéndose?»", recuerda riéndose. "¿No? Entonces esto no está funcionando. Mis caderas no mienten."

Un asistente le da una jarra de café y Shakira se sirve una taza. "Dejé el café durante seis meses, porque cuando lo tomo me dan antojos", dice. "Pero ahora lo necesito tres veces por día." Está tratando de cuidar su peso, aunque no debería. Es hermosa, con una cara muy expresiva con forma de corazón, una densa línea de pestañas y un cuerpo súper tonificado sin las prótesis plásticas superiores que generalmente completan la imagen de la mujer de hoy. "Soy la única mujer colombiana que no se puso tetas", dice ella. "Los cirujanos colombianos son los mejores, junto con los brasileños, de Sudamérica. Ahí es más barato, y los médicos pueden hacer que luzcan muy bien, bastante naturales."

Entra en la sala de control. "¿Listo?", le pregunta a Gustavo Celis (un ingeniero de mezcla ganador de un Grammy) esperando escuchar su nueva mezcla de "Men in This Town", un track acerca de mujeres solteras desesperadas que buscan tipos decentes en lugares como el Sky Bar de Los Angeles (nota para Shakira: no hay, ni los hubo nunca, tipos decentes en el Sky Bar).

"Necesito un poco más de tiempo", dice Celis, tembloroso. Ella frunce los labios. "¿Puedo escuchar lo que tenés hasta ahora?" Celis sacude la cabeza: "Bueno, es lo mismo que lo de ayer", admite. "¿En serio?", repregunta Shakira, estirando las palabras. Molesta, le da un golpecito a un anotador que tiene enfrente. "No sé si podemos terminar todo esto para hoy", dice. "Al final, quizás éste no sea el último día de grabación."

Pero el disco está retrasado. ¿Tendrá problemas con los del sello por pasarse del deadline de nuevo? Ladea la cabeza, considerándolo. "O sea, ¿si voy a tener que rogarles por más tiempo?", dice. "¿Rogar? Ah, no. No."

No hace falta decir que esta no fue la última sesión del disco de Shakira. Le estuvo dando vueltas a She Wolf desde hace una eternidad, porque le importa mucho que tenga éxito. "Sé que éste es mi momento en Estados Unidos", dice Shakira, que ya es una estrella mundial con 50 millones de discos vendidos y ganancias por más de 100 millones de dólares; aunque todavía no esté exactamente al nivel Beyoncé. "Esta es mi oportunidad de consolidar mi carrera y mis sueños como artista en Estados Unidos, para que pueda seguir haciendo música durante mucho tiempo y viajando por el mundo." Esto puede sonar frío y calculador, pero para Shakira es un momento emotivo: después de esta gira, quiere armar una familia. "Y eso es más una necesidad física que una decisión intelectual", dice, con un atisbo de excitación que le pasa por la cara. "Siento como que mi cuerpo está pidiendo reproducirse, tener una panza enorme y tener bebés. Y cuando llegue el bebé, no quiero estar en medio de 100 mil proyectos."

She Wolf es apenas el tercer disco de Shakira en inglés, y hasta fines de los 90 ni siquiera hablaba el idioma: aprendió sola, escuchando canciones de Leonard Cohen y Bob Dylan. "Es interesante; cuando era adolescente era una chica rockera, escuchaba Nirvana, Aerosmith y Tom Petty, y en esa época no había influencia latina en mi música para nada", asegura. "Cuando empecé a cantar en inglés, fui en busca de mis raíces latinas y árabes, experimentando con la fusión y otras culturas. Ahora, realmente quiero ser libre de hacer cualquier cosa que quiera en términos de sonido. Creo que la música dance hoy tiene mucho para ofrecer en ese sentido." Sam Endicott, cantante de The Bravery y coautor de la canción que le da nombre al disco, dice: "Shakira es una persona abierta. Me encanta que aúlle en «She Wolf». Es muy bizarro y cool".

En septiembre, luego de que su single "She Wolf" no explotara en la radio de Estados Unidos (llegó al puesto número 11 pero nunca entró en el Top 10), Shakira y su sello parecen haber puesto quinta para sacar un single que sí lo hiciera. Un día antes de los Video Music Awards, el 12 de septiembre, Amanda Ghost, la presidenta de Epic y coautora de la canción de Shakira "Gypsy" -un posible tercer single del disco- dice que tiene una llamada de Timbaland para que lo vaya a visitar al Trump Palace. Quería hacerle escuchar "Give It Up to Me", un track que tenía pensado para Shakira, aunque el disco She Wolf estaba listo para salir. "Odio cambiar los planes", dice Ghost. "Pero la industria de la música hoy por hoy es el Lejano Oeste, así que estoy tirando el libro de reglas y empezando de cero." Le puso la canción a Shakira en el auto camino a los VMA, y tomaron la decisión de postergar el lanzamiento del disco: del 12 de octubre pasó al 23 de noviembre. "Dijimos: «A la mierda con todo»."

El drama no terminó ahí. Para "Give It Up to Me", Shakira envió sus partes a la distancia, escribió las letras en un viaje en auto durante su gira promocional por Alemania y usó uno de sus días libres en Londres para grabar. Al principio, parecía que Timbaland iba a cantar todas las partes de rap que había en el track, pero contrataron a Flo Rida para que las grabe y entonces, dice Ghost, "a todos se les cortó el aliento cuando Lil Wayne dijo que quería entrar en el disco". Si bien Lil Wayne y Shakira ahora comparten el crédito de la canción, sólo se vieron una vez, brevemente, cuando aterrizaron en un aeropuerto de Bahamas al mismo tiempo. "Esta es la manera moderna de encarar las actividades, con tan poco tiempo y tantas cosas juntas", dice Shakira, riéndose muy lindo. "Supongo que lo veré cuando filmemos el video."

Shakira es una de las chicas más flirteras del mundo, y su risa forma parte de eso: una larga cadena de risitas disparadas rápido que son tan dulces que podrían venir de un unicornio bebé. Ella tiene dos caras. Por un lado, totalmente adorable, tan coqueta como hace sospechar su danza del vientre; por el otro, una diva difícil y prepotente a la que no le importa que el mundo se vuelva un caos, siempre y cuando ella se salga con la suya. Así es como pueden ser las cosas cuando se trata de mujeres poderosas, y no es la manera más inteligente, pero Shakira se considera una feminista dura. Se rodea de "mujeres fuertes, determinadas, luchadoras" y puede despotricar largo y tendido contra las injusticias de las que es víctima su género. Está entusiasmada con el video de "She Wolf", en el que se ven movimientos pornocontorsionistas dentro de una enorme vagina rosa, pero se desconcertó cuando a su mamá no le gustó. "Al principio me sorprendió, y pensé en cómo lo iban a ver sus fans en Colombia", dice su madre, Nidia, al teléfono desde Colombia. Después de todo, She Wolf es en su mayoría acerca de la dificultad de las mujeres para estar satisfechas en un mundo en el que los hombres están a cargo de todo. "Vivimos en una sociedad que reprime los sueños del subconsciente de las mujeres", dice Shakira, entrecerrando los ojos. "Las mujeres tienen que hacer esfuerzos enormes en la vida, mucho más grandes que los de los hombres. Lidiamos con tantas presiones: la presión de la estética y de cómo la sociedad quiere que funcionemos como madres, hijas y esposas. Y después, además de todo eso, tenemos que sudarla en el gimnasio para sacarnos la celulitis."

Eso también está en la agenda de hoy: mientras espera que su ingeniero de sonido termine la mezcla, Shakira agarra un bolso de cuero negro con ropa de gimnasia y enfila para el fondo del estudio, donde una entrenadora menudita armó un gimnasio para que ella pueda ejercitarse dos horas por día. Decenas de bandas elásticas cuelgan del techo y hay una escaladora puesta frente a un espejo, lista para contribuir a su dieta diaria de millones de flexiones de piernas. "Las hago hasta que se me está por caer la pierna", dice. "Nunca antes en mi vida fui al gimnasio, pero a los 32 me doy cuenta que mi cuerpo responde negativamente a la comida mala, así que tengo que hacer el doble de esfuerzo."

Hacer el doble de esfuerzo es la manera que tiene Shakira de desenvolverse en el mundo: maneja sus negocios tanto en el mundo anglo como en el hispanoparlante, y está produciendo She Wolf en dos idiomas al mismo tiempo. Su próximo disco probablemente sea totalmente en español y está preparando una gira mundial para después de eso. De hecho, su novio Antonio de la Rúa, hijo del ex presidente argentino y banquero inversionista, viajó hace poco a Colombia para ayudar en la investigación del nuevo disco en español. "Volamos a distintas aldeas, incluso en las zonas más profundas de la selva, donde todavía hablan en dialecto africano", dice el productor John Hill, que acompañó a De la Rúa en la expedición. "Grabamos a cantautores de 85 años, grupos de chicos con acordeón, gente cantando en la calle. Tomábamos cosas para inspirar a Shakira para el disco."

Producto de un matrimonio tardío entre una mujer colombiana y un joyero de descendencia libanesa con siete hijos de su matrimonio anterior, Shakira parece haber sido siempre así de impulsiva: empezó a hacer la danza del vientre a los 4, cuando vio un show en un restaurante árabe. "Me gustó tanto que le pedí a mi padre que me traiga música árabe, y mi mamá me compró un vestido turquesa hecho a mano para practicar", relata. Empezó a componer canciones alrededor de los 8, luego se metió en una escuela de modelaje y tocó en el circuito de ferias públicas de Colombia hasta que a los 13, logró un contrato con la división latina de Sony (emboscó a un representante en el lobby del hotel para conseguir una audición). Sin embargo, a sus primeros dos discos no les fue muy bien y se vio obligada a participar en una telenovela que le hizo ganar el premio de un diario a Mejor Cola de la TV. Finalmente llegó a los charts en 1994 con un disco de rock, Pies descalzos. "Seguí yendo a la misma escuela después de eso", dice. "Lo único que cambió fue que empecé a firmar autógrafos en clase."

Hoy por hoy, Shakira no pasa mucho tiempo en Colombia, aunque sus padres todavía viven ahí; pero está profundamente involucrada en ayudar a solucionar los problemas sociales del país, resultado de la corrupción gubernamental y treinta años de guerra de guerrillas. Tiene una carrera paralela igual de importante como defensora de la educación infantil temprana, habla en foros por todo el mundo y construye escuelas primarias en Colombia a través de sus tres fundaciones. "Shakira es una mujer joven, pero podría tener 50 años", dice María Emma Mejía, presidenta de una de ellas. "Tiene una disciplina excepcional." Las escuelas funcionan en conjunto con el gobierno, pero las fundaciones les proveen uniformes, clases de música y danza, e incluso -en algunos casos- contratan a las madres de los chicos para que cocinen almuerzos nutritivos. "En América latina, si naces pobre te mueres pobre", dice Shakira. "Estamos tratando de cambiar eso."

Rehusarse a mantener el status quo se ha convertido en algo muy importante para Shakira, y eso es parte de por qué no quiso casarse con su novio, a pesar de que son monógamos y están juntos desde hace nueve años. "Es gracioso cómo los diarios quieren que te cases, y después te quieren ver divorciada", reflexiona, con un destello de bronca. "Bueno, yo no voy a hacer ninguna de las dos cosas." Ella también ha repudiado su catolicismo, aunque no lo diga abiertamente. "Me volví muy práctica, muy racional. Si no lo veo, no lo creo." Esta noche, cuando sus asistentes empiezan a contarle historias y a asegurar que vieron fantasmas en los estudios Compass Point, ella dice: "Le tenía mucho miedo a los fantasmas cuando era más chica. ¡Ya no! No creo ninguna de esas boludeces". Se ríe, y luego grita haciéndose la lastimera: "¡Perdón! ¡Donde sea que estén, perdónenme!".

Para seguir su propio camino, Shakira va a un psicólogo freudiano, un analista de 70 años al que ve seguido cuando va a Nueva York y con el que habla por teléfono cuando está en otro lado. "Me encanta ver un mapa de mi subconsciente y tener un ámbito que es sólo mío, donde esa mente puede hablar, y yo puedo escucharla", dice ella. "Es el capitán de nuestro barco, y de nuestro destino." Ella cree que está un poco trabada en la etapa de fijación oral de la vida. "Siempre viví a través de mi boca, como alguien que está en la cárcel y vive a través de una ventana", ha dicho. "Es mi mayor fuente de placer: lo que digo, lo que canto, los besos que doy, el chocolate que como."

Incluso cuando habla así, Shakira sigue siendo una buena chica, alguien que siempre logra más de la cuenta. Es difícil no sentir lástima por ella mientras se transpira todo, intentando llegar al superestrellato bajo el intenso apuro de su necesidad de armar una familia. Después de sus ejercicios, se pone a trabajar de nuevo en el estudio hasta que termina el día. Con sus dos enormes asistentes, se pasa una hora tratando de decidirse acerca de un compromiso promocional en Miami: los tres se la pasan entre charlando y dándole a los Blackberries, como abogados defensores preparando informes y sacuden sus cabezas constantemente ante la ineptitud de la persona destinataria de sus mensajes. Rápidamente, se mueven a una sala de conferencias para analizar potenciales tapas del disco en una laptop. Shakira revisa cientos de imágenes, la mayoría con diferencias imperceptibles, mientras los asistentes murmuran por sobre su hombro: una es "demasiado confusa e ilegible para que la mente lo pueda comprender"; otras son "demasiado masculinos". Ella suspira. "La fuente debería ser más libre", dice, sacudiendo una mano. "¡She Wolf es sobre hacer lo que tengas ganas!"

Son casi las 10 de la noche cuando Shakira finalmente recibe una teleconferencia vía Skype con el ingeniero de Wyclef Jean que la llama desde Nueva York para charlar sobre las quince versiones de "Spy" que le mandó más temprano. Shakira se sienta en una silla Aeron justo en el centro de la consola, anotando los cambios en trompeta, batería y voces en un cuaderno blanco con renglones. "Wyclef anda medio enterrado de cosas ahora. Es mi amigo. Tengo que protegerlo." Se ríe. "Sabés, estas canciones las grabamos cuando estaba en París. Tomamos vino, comimos queso. La pasamos bien. No podés recrear todo eso." Saca una lima de uñas y se pone a frotar, sacudiendo la cabeza. "Ayer tuvimos una llamada en conferencia y yo lucía terrible", dice. Pone su pie descalzo en el borde de la consola de sonido y lo mueve. "Eso es lo único que pongo para que vea por la webcam: sólo mi pie descalzo."

La llamada continúa durante unas horas hasta que Shakira finalmente puede encarar sus mezclas. "¡Ah, me agarró un antojo por esa taza de café", dice. "Quiero chocolate." Se conforma con satisfacer su fijación oral con un flujo constante de cereales ("¡130 calorías por taza! ¡Son demasiadas!") y un chupetín miniatura que hizo con corozo helado, una fruta que según ella sólo se encuentra en Barranquilla. "Traté de sembrar corozo acá, pero no funcionó", sigue, agarrándose la panza del hambre. "Soy una adicta al azúcar, y a la noche tarde se complica. Ahí es cuando hago cosas feas. ¡No! Quiero decir, como cosas feas." Luego agrega: "Eso fue un lapsus freudiano...".

La mezcla continúa, y ella se para en el medio de la habitación. No tiene zapatos, y su vestido es tan largo que sin ellos no puede evitar pisarse el dobladillo. "Volví a mi altura habitual", dice y cierra los ojos. "Tengo que enfocar el ciento por ciento de mi energía intelectual y física en la música." El track comienza, y por primera vez su cara se cierra completamente. De repente es un tótem, y hasta sus labios parecen perder su redondez estirándose hasta formar una sólida línea. Entonces empieza a moverse y esta vez su danza no es seductora, ni para un hombre ni para las cámaras. Tironea sus brazos, con su panza latiendo extrañamente en el centro de su cuerpo. Está como poseída.

Cuando sus ojos se abren, están vidriosos, casi como si estuviera drogada. Hunde el chupetín en su taza de café vacía y lanza una risita tremenda. "Listo", dice. "Mandemos esta canción a masterizar. ¡Quizá sea porque mis orejas se están cerrando, pero se lo dejo a todos ustedes y sus conciencias! Imprímanla, la voy a escuchar en el disco." Cierra sus ojos de nuevo, y por primera vez luce como si estuviera en paz. "Lo estoy sintiendo", dice.

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